Una experiencia que me recordó por qué el arte está vivo cuando lo compartimos.
Hace unos días tuve la oportunidad de ser parte de algo increíble: TEDx Adventures – El Arte de Sentir, una experiencia creada por TEDx Calle Aldama y TEDx Morelia que reunió arte, emociones y gastronomía en un mismo espacio. Cantera Diez fue el escenario perfecto: historia, arquitectura y una energía especial que invitaba a abrir el corazón.
Fue una oportunidad para mirar el arte desde dos caminos completamente distintos, el de @ianmccartor y el mío, y entender cómo, desde lugares tan diferentes, podemos llegar al mismo propósito: conectar con lo que sentimos.
Dos visiones del arte, un mismo impulso humano
La charla de Ian fue profundamente conmovedora. Él trabaja el arte memorial desde un lugar que toca fibras muy íntimas: la sanación a través del recuerdo, del duelo, de la memoria. Su manera de transformar historias personales en piezas que honran la vida me pareció un contraste hermoso con mi propio camino creativo.
Mientras él explora el arte como un puente hacia la sanación emocional,
yo compartí el mío como un acto de reconocimiento, curiosidad y presencia:
el arte como una manera de vivir la vida a color.
Mi charla nació de una historia que me acompaña desde hace años:
La historia de cómo, con el tiempo y un mentor que vio lo que yo no veía, fui recuperando mi propio trazo. Ese trazo imperfecto, sencillo, que hoy se convirtió en mi lenguaje y en el corazón de todo lo que hago.
TEDx Adventures me recordó que el arte es así: dos caminos distintos, dos voces diferentes,
pero el mismo deseo de expresar lo que nos habita.
Fotos por Cantera diez Morelia
El taller: recordar, honrar y crear desde la memoria
Después de las charlas, Ian guió un taller artístico. Un espacio íntimo donde cada persona eligió recordar a alguien querido: una vida, un momento, un vínculo que dejó huella.
Escribimos una palabra, un pensamiento o un deseo para esa persona, y luego lo quemamos de manera simbólica, dejando que las cenizas se transformaran en un puente entre lo que sentimos y lo que estábamos por crear.
Con esas cenizas, cada participante pintó. Y fue impresionante ver la delicadeza con la que el recuerdo se convirtió en gesto, en trazo, en silencio compartido.
Había una energía suave, respetuosa, casi ritual.
Una sensación de que el arte, en su forma más pura, puede acompañar procesos que no siempre sabemos poner en palabras.
Una experiencia que celebra los sentidos
La noche terminó con una cena increíble del chef del Hotel Matilda, parte de un pop-up culinario inspirado en la esencia de San Miguel de Allende.
Un chef con llave Michelin cerrando una experiencia creativa…
no es algo que viva todos los días.
Fue un regalo para los sentidos:
el arte de mirar, el arte de sentir y el arte de saborear conviviendo en una misma mesa.
Cada plato tenía algo de esa sensibilidad que marcó toda la experiencia: detalle, intención, ritmo, textura. Sentí que, igual que en el dibujo, ahí también se contaban historias.
Lo que me llevo
Este formato de TEDx me emocionó muchísimo: íntimo, profundo, humano.
Me hizo volver a una idea que he descubierto una y otra vez: que el arte no se trata solo de técnica, sino de presencia.
De abrir la mirada. De atreverte a ver lo que tienes dentro.
Me llevo el contraste de dos mundos creativos, la energía de un grupo que vino a sentir,
la belleza de un espacio que nos abrazó, y la certeza de que vivir a color también es un arte.
Gracias a cada persona que estuvo ahí, a quienes compartieron su historia, su trazo, su emoción.
Y gracias a TEDx Calle Aldama, TEDx Morelia y Cantera Diez por creer en experiencias que nos recuerdan que el verdadero lujo está en las ideas que nos transforman.
Al final, me quedo con una pregunta, la misma que compartí en mi charla, y que hoy te dejo también a ti:
¿Qué colores usarías para pintar tu manera de habitar el mundo?
