De chiquita era feliz la semana de la Feria del Libro Monarca, una celebración llena de actividades en torno a la lectura, la imaginación y la creatividad de los niños. Son días donde se explora, se experimenta y todo parece posible. Hoy, muchos años después, tuve la oportunidad de volver, ahora desde el otro lado: acompañando con un taller creativo. Fue muy emocionante regresar a este espacio que marcó mi infancia, ahora como parte de quienes inspiran y guían.
A veces pienso que la imaginación es como una puerta secreta. Una que, si se abre, nos deja ver todo lo que no existe —al menos no todavía—. Y los niños, como nadie más, saben exactamente dónde están esas puertas.
Líneas en todas direcciones y criaturas imaginarias
Con grupos de 20 pequeños por sesión, hicimos un pequeño viaje al mundo de lo inexistente. Nos sentamos y les conté que ese día, ellos serían los artistas responsables de su galería de arte. Una galería muy divertida.
Durante 25 minutos, cada grupo de niños se sumergió en la creación de criaturas nunca antes vistas. No había reglas, ni cuerpos proporcionales, ni colores “correctos”. Solo una gran hoja de media cartulina, crayones, plumones, hojas de color y tijeras. Lo especial fue que las criaturas las hicieron en equipo: hicimos tres rondas en las que cada niño comenzaba un dibujo, luego lo pasaba a otro compañero, y así sucesivamente. La imaginación fue compartida, y entre todos completaron los trazos, formas y detalles de cada ser inventado. Algunos cortaron alas, otros pegaron cuernos, muchos mezclaron cuellos de jirafa con ojos de gato y colas de sirena. Inventaron mundos en una hoja, juntos.
Después, llegó uno de mis momentos favoritos: titular su obra y escribir su nombre. Aparecieron criaturas como “Gato lechuga”, “Ballena regadera”, “Tomatina”… la creatividad no solo se dibujó, también se nombró.
Al final, intercambiaron dibujos, compartieron con sus compañeros la creatividad de manera colectiva y experimentaron con su imaginación.
Lo que aprendimos
Más allá del papel y el color, este taller trató sobre confianza, comunidad y expresión. Fue una invitación a imaginar sin juicios, a soltar el miedo al “cómo debe ser” y abrir espacio al “¿y si…?”. A dejarse sorprender por lo que otro añadió a nuestro trazo, por lo que una criatura inventada podía contar sin palabras.
También fue una experiencia para aprender a mirar con curiosidad lo que nace del juego y la colaboración. A reconocer el valor de las ideas propias, y también de las compartidas.
El objetivo era claro: disfrutar el proceso creativo y hacer sentir a cada niño que lo que imagina importa.
Yo me fui con más de 48 criaturas nuevas rondándome la mente y un corazón lleno de formas, colores y posibilidades.
Gracias, Primaria Monarca, por abrir un espacio a la imaginación, por confiar en lo lúdico, y por permitirme ser testigo de tanta magia.
La galería
Este 30 de abril, Día de la niñez, transformamos un rincón del Centro Educativo Monarca en una pequeña gran galería. Cada uno de los 48 dibujos fue colgado con cuidado, acompañado del nombre del niño o niña que lo creó y el título que eligió para su criatura. El resultado fue un recorrido visual por mundos inventados, donde cada obra invitaba a detenerse, observar y maravillarse.
Fue más que una exposición: fue un espacio de validación y celebración. Un lugar donde los niños pudieron ver sus ideas convertidas en algo tangible, colgado con orgullo, digno de ser admirado. Porque cuando les damos la oportunidad de mostrar lo que imaginan, también les decimos: “Lo que haces tiene valor. Lo que piensas cuenta. Lo que eres importa.”
A veces creemos que los niños “solo juegan” cuando dibujan, pero no. Están construyendo mundos. Están ensayando futuros. Están nombrando lo que sienten, lo que sueñan, lo que les habita.
Además…
Para que puedan disfrutar desde cualquier lugar de todas las increíbles criaturas que surgieron en este taller, he reunido sus obras en una galería virtual dentro de este mismo artículo. Es una invitación a entrar en un universo creado colectivamente, donde cada trazo, cada color y cada ocurrencia es un reflejo del poder de imaginar sin límites.
Déjense llevar por esta exposición única y descubran cómo, con crayones, papel y mucha complicidad, los niños dieron vida a 48 seres extraordinarios. Cada criatura es una ventana a su mundo interior, un recordatorio de que la creatividad florece cuando se comparte y se celebra.
La creatividad compartida tiene el poder de construir mundos. Ojalá sigamos inventando juntos, desde pequeños y para siempre.
A mi niña interior, y a todas las infancias: que siempre encuentren un espacio para crear sin miedo.
